La bienvenida a virreyes o arzobispos fue otro festejo de carácter civil durante el virreinato, la cual se llevaba a cabo con los arcos triunfales. La bienvenida iniciaba desde el arribo del personaje en Veracruz, seguía en Tlaxcala. Puebla, Otumba o Cholula, la villa de Guadalupe, Chapultepec y por último su entrada triunfal en la ciudad de México. Todo formaba parte de un sistema de relaciones simbólicas: los significados religiosos se entrelazaban con los históricos. La manifestación absoluta del príncipe recién llegado se presentaba en la capital del virreinato en donde todos los sectores sociales se unían para homenajear al gobernante mediante un festival público que tenía carácter monárquico. Como en todos los eventos había danzas, máscaras, fuegos artificiales, corridas de toros, procesiones, piezas teatrales, misas solemnes y por supuesto las calles se adornaban con telas decoradas y altares. Sin embargo, la erección de los arcos triunfales era el momento cumbre de esta bienvenida. Los arcos, al proceder de la cultura renacentista, rendían homenaje a personajes del mundo clásico y los personajes homenajeados se cotejaban con héroes y dioses de la mitología grecolatina. Un ejemplo de ello es el Neptuno Alegórico de Sor Juana Inés de la Cruz que comparó al virrey marqués de la Laguna con Neptuno, el dios del mar. En el arco edificado al arzobispo Aguiar y Seijas se le asimila con Proteo.
Las autoridades mandaban edificar dos arcos, uno por el cabildo eclesiástico y otro por el civil. El motivo era principalmente alabar al poderoso y manifestarle lo que la gente esperaba de su gobierno. Era todo un espectáculo que se daba tanto al representante real como a la gente del pueblo. El rey se consideraba como emisario divino, por lo tanto, el virrey era el visoemisario divino y por ende tenía cualidades humanas que se hacían patentes dentro del arco. Al respecto, la doctora Dolores Bravo dice: “La ‘fábrica’ representa un amplio simbolismo deífico que alienta el asombro y la admiración de los que la contemplan. La función ritual de la teatralidad se cumple cabalmente en el protagonista real, es su encarnación simbólica y en la expectación de la colectividad. El poder se encarna en el relato mitológico y en la relación emblemática que existía entre el héroe de la fábula y el príncipe” (Bravo, 1997, p. 178).
Don Carlos de Sigüenza y Góngora fue el encargado de crear el arco triunfal que mandó el Ayuntamiento en honor del marqués de la Laguna. El sabio criollo, a diferencia de los otros creadores de arcos, hizo la semejanza entre el nuevo mandatario y los reyes mexicanos en donde se hace notar su criollismo con el que ha sido recordado para la posteridad.
